miércoles, 4 de noviembre de 2009


Todas las personas alguna vez se han preguntado por qué existe tanta gente enferma, infeliz, agobiada o pobre. Según los grandes motivadores la mejor respuesta a esta pregunta es:
porque no han decidido aún cambiar su situación.
¿Y como hacerlo? Es otra de las preguntas difíciles, no de contestar sino de aplicar: a través de su mente, de sus pensamientos y de sus acciones.
Bob Proctor, fundador y presidente de LifeSuccess Productions, una de las empresas más exitosas del mundo en lo que respecta al desarrollo personal y la capacitación educativa, indico que “El cambio es constante e inevitable, pero el crecimiento personal es una elección”.
Entre las citas notables de autores anónimos tenemos:

Sembramos nuestros pensamientos, cosechamos nuestros actos,
Sembramos nuestros actos, cosechamos nuestros hábitos,
Sembramos nuestros hábitos, cosechamos nuestro carácter,
Sembramos nuestro carácter, cosechamos nuestro destino.

De estas sabias palabras se deduce que nuestro destino depende tan solo de nuestros pensamientos.  Los únicos límites que tenemos para alcanzar lo que deseamos son los que nuestra mente nos impone.
Clement Stone, un importante empresario, filántropo y autor de libros de auto-ayuda escribió:  “Cualquier cosa que la mente del hombre la pueda concebir, también la puede alcanzar”. Yo agregaría las palabras de Martin Luther King:  “Da tu primer paso con fe, no es necesario que veas la escalera completa, sólo da tu primer paso con fe”.
Una de las tantas historias motivadoras que más llamó mi atención fue la de Huseyin Ozer, un indigente turco que llegó a ser una de las personas más ricas del mundo por su optimismo y perseverancia.

Huseyin nació en las afueras de Ankara, la capital de Turquía.  El matrimonio infeliz de sus padres terminó cuando él era niño.  No le fue posible asistir a la escuela por la difícil situación económica de su familia y muy joven tuvo que ir a vivir con unos parientes en el campo.
A la edad de 11 años Huseyin huyó al centro de la ciudad de Ankara.  Vivía en las calles y dormía  en baños públicos o en la estación del tren.     Mientras cuenta su historia llena de carencias, manifiesta  “…nada de eso fue un problema para mí porque estaba en Ankara y el futuro era  mío”.     Mientras vivía en las calles aprendió a escribir por su cuenta.  No tenía cuadernos ni lápices por lo que escribía con carbón en las paredes.  Cuando empezó a trabajar, ganaba lo suficiente para calmar su hambre, apenas empezó a ganar un poco más de dinero, lo invirtió en su educación.  Siempre quiso aprender a hablar inglés, así que tomó clases aunque sus amigos le dijeran que estaba loco.

Para 1975 pudo ahorrar el suficiente dinero para comprar un pasaje de bus hacia Londres, en donde empezó a trabajar lavando platos, luego trabajó en una tienda de carne a la parrilla.   Después de trabajar por siete años hizo un préstamo bancario de 10 mil dólares y nació Sofra, una cadena de restaurantes de comida turca.   Huseyin, chef autodidacta, crea sus propias recetas y personalmente enseña a preparar los platos turcos a sus cocineros.
La frase de Huseyin  “…el futuro era mío”, trae a mi mente las palabras de Henry Ford, industrial estadounidense, fundador de la compañía de automóviles Ford:  “ya sea que pienses que puedes hacerlo, o pienses que no, siempre estarás en lo cierto”.  Huseyin fue a la ciudad pensando en alcanzar el éxito, dio el primer paso con fe y se convirtió en una de las personas más ricas del mundo.

Mucho se habla hoy en día de la ley de la atracción.    Rhonda Byrne en su libro El Secreto nos dice respecto a esta ley:
“Todo lo que llega a tu vida es porque tú lo has atraído. Y lo has atraído por las imágenes que tienes en tu mente.  Es lo que piensas.  Todo lo que piensas lo atraes”.
“Tú eres quien activa la ley de la atracción a través de tu mente”.

Nuestros pensamientos se materializan en objetos.   Los pensamientos son magnéticos y tienen una frecuencia.   Cuando pensamos, los pensamientos atraen magnéticamente a todas las cosas que están en la misma frecuencia.  Todo lo que enviamos regresa a su origen:  uno mismo.
Somos como una torre de transmisión humana, que transmite una frecuencia con sus pensamientos.   Si deseamos cambiar algo en nuestra vida, debemos cambiar de frecuencia cambiando nuestros pensamientos.
Nuestros pensamientos crean nuestro destino.  Aquello en lo que más pensemos o nos enfoquemos se manifestará en nuestras vidas.

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